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EL TEATRO CUYÁS PONE EN ESCENA LA OBRA MÁS REPRESENTATIVA



El Teatro Cuyás de Las Palmas de Gran Canaria pone en escena uno de los textos más representativos del teatro realista español de los años 60. Alfonso Sastre escribió en pleno franquismo ‘La Taberna Fantástica’, una historia de desheredados que viven en un suburbio a las afueras de Madrid y que mal viven como quinquilleros y buscavidas en un ambiente hostil que les obliga a buscar consuelo en la barra de ‘El gato negro’. El Centro Dramático Nacional ha confiado en el director Gerardo Malla la puesta en escena de esta obra sobre la desesperanza y la dignidad. Se da la curiosa circunstancia de que fue Malla el que allá por el año 1985 se atrevió a estrenar el texto secuestrado durante casi una década por la censura franquista. Un reparto de lujo (encabezado por Antonio de la Torre, Carlos Marcet, Felipe García Vázquez y Juan Villagrán) y una escenografía que casi roza lo increíble conforman el grueso de una obra de teatro con mayúsculas que estará en cartel entre el 5 y el 7 de febrero. Las entradas para disfrutar de este verdadero mito del teatro nacional ya están a la venta en las taquillas del Teatro Cuyás, en la página web del recinto escénico (www.teatrocuyas.com) y en el teléfono 902 405 504.
Son algo más de las cinto de la tarde de un día caluroso de verano. Podría ser un día como otro cualquiera en el Arroyo del Abroñigal pero ese día se va a celebrar el entierro de una de las vecinas de este arrabal marginal de la periferia norte de Madrid. Ha muerto la Cosmopólita. Todos se preguntan si el Rogelio, hijo de la finada, se acercará hasta el barrio para asistir al entierro de su madre. Rogelio el Rojo, lo llaman. Y a parte del mote, peligroso en una España que aún vive de lleno los terrores del régimen franquista, Rogelio carga con otra cruz mucho más peligrosa: Lo han acusado injustamente de la muerte de un guardia civil. Rogelio aparece en ‘El gato negro’, una taberna donde los quinquis de la zona se emborrachan para olvidar el mundo de pesadilla que les ha tocado vivir. No le asusta la posibilidad de que puedan apresarlo. Su madre ha muerto.
‘El gato negro’ es el bar donde confluyen las historias, vivencias y fracasos de una nómina de personajes marcados por la falta de perspectivas y el hartazgo. Pocos han logrado prosperar en un ambiente marcado por la escasa posibilidad de progreso personal y social y por la brutalidad de un sistema que se ceba en el que no tiene recursos. No es de extrañar que por las mesas de esta taberna fantástica desfilen personajes como Paco, que vende regularmente su sangre para poder sobrevivir. Hay algunos, sin embargo, que han logrado prosperar algo. Es el caso de Carburo, que después de unos años viviendo en Alemania ha regresado con algo de dinero. En el barrio se habla que en su ausencia, su mujer le fue infiel con Rogelio.  Los dos se encuentran cara a cara en el bar.
Con tinte sainetero y lenguaje bronco y coloquial, La taberna fantástica nos adentra en la tragedia de un individuo Rogelio, el Rojo perseguido injustamente por un crimen no cometido. La muerte de su madre le obliga volver al espacio de su pasado y por tanto encontrarse con las cuentas pendientes. Pero esta tragedia no es exclusivamente la de Rogelio, sino que también lo es de todo un colectivo. Una fractura social que nos inmiscuye en el lumpen y en los márgenes de nuestras ciudades, un lugar donde el analfabetismo es similar a una ceguera y el alcoholismo la única manera de contemplar el mundo. En esta espiral de caída libre pululan personajes como Paco, un hombre acabado que vive vendiendo su sangre y la de su esposa, o el propio Carburo, un quinquillero que hizo algo de dinero en Alemania pero que es incapaz de abandonar el suburbio.
El crudo realismo logrado por Sastre se convierte en todo un estudio antropológico del lumpen del desarrollismo franquista. No sólo se retratan con perfección fotográfica los ambientes de la época, sino que también logra un fiel reflejo de la parla de aquellos barrios marginales, sus usos, sus costumbres y reglas. Reglas que se muestran con toda la crudeza en un escenario hiperrealista obra de Quim Roy.