ESPERT CONFIESA QUE NUNCA HABÍA DISFRUTADO TANTO EN UN ESCENARIO COMO EN LA “ESCATOLÓGICA Y DISPARATADA” ‘HAY QUE PURGAR A TOTÓ’
La obra del genial dramaturgo francés Georges Feydeau estará en el cartel del Teatro Cuyás los días 10, 11 y 12 de octubre
La consejera de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural del Cabildo de Gran Canaria destaca la “línea ascendente” del coliseo capitalino

Luz Caballero recordó la “vinculación especial” de la actriz con el Cuyás y comentó que la presencia de talentos como el de Espert confirma la línea ascendente de un coliseo que ha apostado por traer hasta Gran Canaria espectáculos de gran calidad. La consejera del área de Cultura del Gobierno insular destacó que otro de los alicientes de ‘Hay que purgar a Totó’ es “poder disfrutar del cambio de registro” de su protagonista. En los mismos términos se expresó Gonzalo Ubani, director artístico de Teatros del Cabildo, quien resaltó el genio de Feydeau como “uno de los grandes del teatro que tienen que entrar en la programación de cualquier instalación escénica que se precie”. “Es teatro del bueno para pasar un buen rato”, adelantó Ubani.
Nuria Espert, por su parte, adelantó que el público grancanario va a encontrarse un Feydeau “descarado y escatológico” y describió a su personaje como “una señora insoportable que presume de tener siempre la razón y que convierte en un drama un leve problema de salud de su hijo”. De aquí parte esta farsa sobre el matrimonio que, según indicó la actriz catalana, “arremete contra todo de una manera despiadada”. “Es un auténtico disparate sobre el escenario”, dijo. Espert aseguró que hacer este papel ha sido todo un reto y que un cambio de registro tan radical obedece a la presencia de Georges Lavaudant quien le propuso hacer la obra. “Feydeau ha sido injustamente catalogado como un autor menor y hasta hace poco tiempo no se le ha reconocido su valía como padre espiritual de muchos autores teatrales. Fue un hábil constructor de situaciones absurdas. Para meterme de lleno en un proyecto como éste necesitaba un paracaídas que me acompañara en un salto tan arriesgado y ese apoyo ha sido Georges Lavaudant”, comentó. “Es teatro con t mayúscula”, sentenció.
Sobre su relación con el Teatro Cuyás, que incluso ha bautizado uno de sus camerinos con su nombre, Espert reconoció “sentir un cariño especial por las enormes muestras de afecto que el público grancanario me ha ofrecido”.
Una farsa sobre la familia
Hay que purgar a Totó (On purge bébé) se estrenó en abril de 1910 en el Théâtre des Nouveautés de París, con gran acogida de crítica y público. Se trata de un trabajo característico de la última etapa de Feydeau, de sus últimas obras en un acto en las que lo cómico descansa menos sobre las fórmulas clásicas del vodevil (resurgimientos, confusiones y gazapos) y más sobre el cuadro -sin tapujos- de los protagonistas.
Al igual que en las farsas medievales, lo cómico surge de situaciones y de personajes estereotipados, de recurrir a los accesorios, a los juegos de palabras obscenas. Rebollo (Follavoine, en la obra original) es la figura del soldado fanfarrón, el charlatán, el comerciante corrupto e incluso del malabarista (un malabarista sin mucho arte, cuando tira sus orinales); Julia es el arquetipo de la típica maruja; Rosa el de la sirvienta boba y Cayetano Chitín encarna al cornudo de toda la vida. Se trata de una pantomima que puede no sólo hacernos reír, sino también emocionarnos, indignarnos, como en las películas de cine mudo en las que Chaplín (del que Feydeau era ferviente admirador) se dedica a tropezar, guiñar el ojo y darle vueltas al bastón.
Por otro lado es, en esta "farsa conyugal" moderna, al igual que en las de la Edad Media, donde los vicios como la mediocridad, la mezquindad, la soberbia, la incultura y la hipocresía de los pequeño-burgueses, se diseccionan sin piedad. La obra comienza con un concurso de ignorancia, que Julia y su esposo aprovechan para intentar separarse aunque no lo consigan. La vestimenta de la que se enorgullece la señora, con su cubo en la mano todo el tiempo, sólo se ve igualada por la vulgaridad del señor para el que el único ideal es vender sus orinales al ejército. La salvación podría estar en los niños, pero el papel de Totó, tan egoísta y mentiroso como sus padres, no desluce. Incluso es él el que desencadena todos los incidentes al negarse a tomar la dichosa poción que acabe con su endémico estreñimiento.
La prensa ha dicho:
“Un disparate cómico de primera, donde equívocos y malentendidos se suceden y el humor absurdo aflora a punta de pala.” El País
“Una farsa que, desde el primer minuto, apunta alto”. La Verdad (Murcia)
“Nuria Espert compone su tipo -la mamá posesiva y grotesca- como ejercicio de estilo.” El Correo