
El Teatro Cuyás vuelve a la actividad después de la XII edición de los Premios Max de las Artes Escénicas, donde logró el galardón al mejor montaje teatral del año con ‘2666’, con una cita que, según calificó Gonzalo Ubani, director artístico del coliseo grancanario, es “uno de los puntos culminantes de la actual temporada”. El Cuyás continúa dando espacio a la danza con el espectáculo ‘Desordances3’, una fusión de estilos que une en el escenario toda la magia de las coreografías tradicionales sufíes y las piruetas de los ‘b-boys’, nombre con el que se conoce a los practicantes del Break Dance. El responsable de ‘Desordances3’, que se representará los días 3, 4 y 5 de abril, es el multipremiado coreógrafo argentino Dani Pannullo, un hombre que se mueve como pez en el agua en el difícil arte de unir diferentes estilos y concepciones de la danza para crear algo que él mismo describe como “difusión cultural”. El resultado, en este caso, es un cóctel que tiene la virtud de superar la enorme disparidad de sus ingredientes que no chirrían sobre el escenario. Las entradas para ver este espectáculo ya están a la venta en las taquillas del Teatro Cuyás, en la página web del centro (www.teatrocuyas.com) y en el teléfono 902 405 504.
Pannullo desembarca en el Teatro Cuyás con un canto a la fusión que une sobre el mismo escenario a danzarines derviches de El Cairo (danza Sufí) y a danzarines urbanos egipcios y españoles unidos por la pasión del Break Dance. La pieza es un canto a la comprensión entre diferentes formas de entender una misma realidad. Es un diálogo de lenguajes expresivos que viene a forzar aún más la dinámica de la fusión de estilos de la que hace gala este coreógrafo argentino que vive en España y se deja arrastrar por las influencias de medio mundo. Fusión en estado puro.
Para Pannullo, la fusión va mucho más allá de la mera mezcla de estilos es “una invitación a bailarines de diferentes estilos a expresarse libremente”, señala. Desordances es, básicamente, “una invitación libre a la danza donde los bailarines son libres también, para expresar todo lo que, tal vez en otras compañías, no podrían. Además se trata de una invitación al caos, al orden, a la intuición y al método. La idea es que a través de esta libertad puedan crear algo que no es posible en otras compañías más encorsetadas, que pueda crearse una experiencia intensa que es la unión de b-boys españoles y egipcios y la propia danza derviche, que está íntimamente unida al folclore de Egipto. Una fusión que nace de la inquietud y del respeto”, ya que, según el coreógrafo argentino, “no es posible hacer fusión si no se respetan profundamente las tradiciones musicales que forman parte de esa fusión”.
Pannullo considera que cada persona es un bailarín en potencia, por lo que ha sacado a los artistas de su espectáculo de las calles de los suburbios cairotas, donde los jóvenes se reúnen junto a un cassette para dislocar sus caderas al ritmo sincopado del break dance.
El coreógrafo descubrió Egipto hace cuatro años, cuando viajó invitado al VII Festival de Danza Contemporánea. Desde entonces ha tejido una fuerte relación con la cultura egipcia que le ha llevado a indagar en la danza mística sufí, en la que se inspiró para el show estrenado con enorme éxito en la capital egipcia. Pannullo definió Desordances como una confrontación de estilos que se funden en un diálogo sobre el escenario. El espectáculo comienza lento, casi moroso, de forma que el espectador entre poco a poco en la obra. Las alegorías de la época faraónica, ejecutadas de forma magistral por el b-boy cairota Almany, dan paso al trance del derviche, Mustafa Ayat, que a su vez cede el testigo a las piruetas y equilibrios de los b-boys españoles, Dani, Hize y Silvestre.