
EL TALENTO DE NURIA ESPERT SE ESTRENA EN LA COMEDIA DE LA MANO DE ‘HAY QUE PURGAR A TOTÓ’
La obra del genial dramaturgo francés Georges Feydeau estará en el cartel del Teatro Cuyás los días 10, 11 y 12 de octubre
Nuria Espert vuelve al Teatro Cuyás aunque esta nueva comparecencia de una de las damas del teatro sobre las tablas del coliseo capitalino tiene mucho de estreno. La actriz catalana, que ha sido galardonada con más de 170 premios de teatro y dirección en España y en el mundo entero entre los que cabe destacar la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, el Premio Nacional de Interpretación, Premio BITEF de Belgrado, Premio Laurence Olivier o el Evening Standard a la mejor dirección del año en Londres entre una larga lista, se estrena en un género que, hasta el momento, le era extraño. La mujer que dio vida a los personajes más desgarradores del drama o el teatro clásico pone en escena ‘Hay que purgar a Totó’, una comedia con toques de Vodevil que firmó el genial dramaturgo francés Georges Feydeau en 1910. Será, pues, un aliciente más poder ver como una actriz de la talla de Espert, se desenvuelve en un medio que, según la crítica, también ha sabido dominar a la perfección. La obra estará en cartel entre los días 10 y 12 de octubre en el primer recinto escénico de Canarias. Las entradas están ya a la venta en las taquillas del propio Teatro Cuyás, a través de internet en la página web del centro (www.teatrocuyas.com) o en el teléfono 902 405 504.
La ambición de un fabricante de orinales es el punto de partida de un montaje que, dirigido por Georges Lavaudant, explota a la perfección todos los atributos clásicos del Vodevil. Sebastián Rebollo, un fabricante de loza, invita a comer en su elegante casa a un importante cliente (El señor Chitín), presidente de la comisión encargada de decidir la adquisición, por parte del ejército francés, de orinales para los soldados. Rebollo espera conquistar el mercado con una porcelana supuestamente irrompible. Pero varios acontecimientos desagradables van a hundir sus planes: la porcelana no resulta tan resistente como esperaba y su mujer, Julia, en vez de atender al invitado se lamenta de los caprichos de su hijo, Totó, que se niega terminantemente a tomar un purgante. A partir de aquí, juegos malintencionados de palabras, equívocos, situaciones grotescas… Y todo ello aderezado por el talento de una de las actrices más importantes del panorama nacional e internacional.
La obra de Feydeau es una agria reflexión sobre el fracaso matrimonial. Hay que tener en cuenta que el dramaturgo francés escribió el texto meses después de separarse, una situación amarga que acompaña al espectador durante toda la obra. No se puede evitar reparar en la violencia de la diatriba sobre el fracaso matrimonial que mantiene Feydeau, que se había separado de su mujer un año antes de escribir la obra. “El matrimonio y la vida familiar aparecen aquí como el marco ideal para todo tipo de vejaciones, humillaciones y fracasos; unas arenas movedizas en las cuales uno se hunde irremediablemente; una celda de manicomio en la que arañamos en vano las paredes acolchadas, un auténtico foso en el que la humanidad se desvanece. Los esfuerzos de Rebollo, que no intenta tanto alcanzar un objetivo como restablecer de continuo una situación comprometida, sugieren la gesticulación desesperada de un ajusticiado”, asegura el director del montaje.
Más allá del título, uno de los mayores alicientes para acercarse hasta el coliseo de la calle Viera y Clavijo es poder ver de primera mano cómo se desenvuelve una de las grandes actrices del drama en las difíciles aguas de la comedia.
Una farsa sobre la familia
Hay que purgar a Totó (On purge bébé) se estrenó en abril de 1910 en el Théâtre des Nouveautés de París, con gran acogida de crítica y público. Se trata de un trabajo característico de la última etapa de Feydeau, de sus últimas obras en un acto en las que lo cómico descansa menos sobre las fórmulas clásicas del vodevil (resurgimientos, confusiones y gazapos) y más sobre el cuadro -sin tapujos- de los protagonistas.
Al igual que en las farsas medievales, lo cómico surge de situaciones y de personajes estereotipados, de recurrir a los accesorios, a los juegos de palabras obscenas. Rebollo (Follavoine, en la obra original) es la figura del soldado fanfarrón, el charlatán, el comerciante corrupto e incluso del malabarista (un malabarista sin mucho arte, cuando tira sus orinales); Julia es el arquetipo de la típica maruja; Rosa el de la sirvienta boba y Cayetano Chitín encarna al cornudo de toda la vida. Se trata de una pantomima que puede no sólo hacernos reír, sino también emocionarnos, indignarnos, como en las películas de cine mudo en las que Chaplín (del que Feydeau era ferviente admirador) se dedica a tropezar, guiñar el ojo y darle vueltas al bastón.
Por otro lado es, en esta "farsa conyugal" moderna, al igual que en las de la Edad Media, donde los vicios como la mediocridad, la mezquindad, la soberbia, la incultura y la hipocresía de los pequeño-burgueses, se diseccionan sin piedad. La obra comienza con un concurso de ignorancia, que Julia y su esposo aprovechan para intentar separarse aunque no lo consigan. La vestimenta de la que se enorgullece la señora, con su cubo en la mano todo el tiempo, sólo se ve igualada por la vulgaridad del señor para el que el único ideal es vender sus orinales al ejército. La salvación podría estar en los niños, pero el papel de Totó, tan egoísta y mentiroso como sus padres, no desluce. Incluso es él el que desencadena todos los incidentes al negarse a tomar la dichosa poción que acabe con su endémico estreñimiento.
La prensa ha dicho:
“Un disparate cómico de primera, donde equívocos y malentendidos se suceden y el humor absurdo aflora a punta de pala.” El País
“Una farsa que, desde el primer minuto, apunta alto”. La Verdad (Murcia)
“Nuria Espert compone su tipo -la mamá posesiva y grotesca- como ejercicio de estilo.” El Correo