

“De Cabeza está planteado como un lugar de encuentro para compartir, para experimentar, para volvernos locos si es preciso. Como un nuevo reto para todos los que vamos a participar en él”, destaca Nieto. La bailarina y coreógrafa entiende que este montaje incide sobre la idea de “fusión” y de la de “enfrentamiento de varias personalidades” que podrían resumirse en una dicotomía expresiva entre el lenguaje más clásico del flamenco y las diferentes posibilidades de la danza contemporánea. “Me apasiona averiguar qué química se genera y se desprende al colocar en un mismo proyecto a artistas tan dispares, con técnicas, conceptos y trayectorias tan
distintas, pero tan cercanos en lo esencial: la necesidad de comunicarse, compartir, evolucionar, enfrentarse a nuevos procesos”.
Por ello, continúa, “De Cabeza está planteada como una obra de creación colectiva para seis
bailarines-bailaores. Tres bailarines de técnica contemporánea: Jesús Caramés, Vanessa Medina y Teresa Nieto y tres bailaores flamencos: Daniel Doña, Manuel Liñán y Olga Pericet. Apuesto, una vez más, por un equipo artístico y técnico de continuidad, pero con la incorporación de nuevos elementos que aporten al trabajo nuevos puntos de vista, nuevas energías, nuevos aires… Con esto pretendo, no sólo enriquecer el proceso de creación y por lo tanto el resultado final de la puesta en escena, sino incorporar a Teresa Nieto en Compañía a artistas con bagajes distintos a los nuestros que de alguna forma remuevan nuestros códigos establecidos de comunicación interna y nuestros planteamientos escénicos”, añade la bailarina y creadora escénica.
La vida como trampolín
El planteamiento narrativo de la obra está basado en un doble plano de acción. Por un lado, la individualidad, la intimidad, la forma en que cada uno se enfrenta, por separado, al resto del mundo. Este plano de acción se desarrolla sobre un trampolín que actúa como una metáfora de nuestro posicionamiento ante la vida, ante los retos. “El trampolín como ese lugar en el que nos sentimos solos ante el peligro y que nos define según cómo lo afrontemos. Podemos tirarnos de cabeza, venciendo el vértigo y el miedo a lo desconocido, o ser incapaces de tirarnos a pesar de intuir las maravillas que nos esperan abajo, o intentarlo una y otra vez y terminar siempre postergándolo, o pedir ayuda a alguien para que nos espere abajo con los brazos abiertos, o necesitar un buen empujón para paliar el arrojo que nos falta… O sencillamente, sentarnos a observar, desde otra perspectiva, lo que pasa a nuestro alrededor” explica Nieto.
En otro plano, comenta la bailarina y creadora del espectáculo, se encuentran las relaciones con los demás, la necesidad de comunicación entre los seres humanos, la búsqueda de un lenguaje común con el que poder entendernos todos. En este sentido, el escenario actúa como lugar de encuentro, como espacio para compartir y establecer nuevos códigos de comunicación. “Es algo así como el lugar al que cada uno de nosotros llega con su propio bagaje para intentar establecer nuevas complicidades, nuevos encuentros (ó desencuentros), nuevos conflictos, nuevos amores… En definitiva, como lugar para experimentar e inventarnos un espacio en común”, dice.