‘Muerte accidental de un anarquista’


La compañía extremeña Suripanta trae hasta la Sala Insular de Teatro ‘Muerte accidental de un anarquista’, uno de los iconos teatrales del siglo XX. Una obra de Darío Fo que, bajo el disfraz de comedia absurda, aborda uno de los temas más oscuros del pasado siglo XX: la represión policial. Esta cita con la carcajada políticamente incorrecta tendrá lugar los días 21, 22 y 23 de noviembre en la Sala Insular de Teatro. Las entradas ya están a la venta en las taquillas del Teatro Cuyás, en la web del recinto escénico de Viera y Clavijo (www.teatrocuyas.com) y a través del teléfono 902 405 504. También se pueden adquirir en las taquillas de la propia Sala Insular de Teatro desde hora y media antes del inicio de cada espectáculo (viernes y sábado 20.30 y domingo 19.00).
Un loco es detenido por la policía en la comisaría donde unos días antes otro detenido, un ferroviario anarquista acusado de colaborar en un atentado terrorista, muere al caer por una de las ventanas del edificio. Cuando la policía comprende que va a ser imposible acusar al loco de nada a causa de su demencia deciden soltarle. El sujeto queda libre por la comisaría y, haciéndose pasar por juez, comisario y obispo, provoca la confusión entre los mandos policiales. Sus historias acabarán desmontando la versión oficial del suicidio del anarquista, desvelando la incoherencia de los argumentos utilizados por la policía para ocultar lo que en realidad fue un asesinato. Y así, a través de una serie de escenas tan cómicas como macabras, el loco hará que los culpables acaben confesando los hechos tal y como en realidad ocurrieron. La muerte accidental del anarquista queda al descubierto.
En 1969, el anarquista y pacifista Guisseppe Pinelli murió al caer de una ventana mientras era interrogado por la policía en una comisaría de Milán. Este hecho luctuoso se cerró en faso cuando la judicatura italiana archivó en caso presentando la muerte como el resultado de un suicidio. Darío Fo recogió el hecho y, tras tamizarlo con grandes dosis de ironía feroz lo convirtió en una de las obras más representadas de la dramaturgia contemporánea. El actor Pedro Rodríguez, que encarna a ese loco que destapa el escándalo, encabeza un reparto en el que Paco Obregón, Simón Ferrero, Rubén Martínez y Jesús Martín intentan, como policías implicados en el suceso, que la pléyade de personajes interpretados por este ‘loco justiciero’ no descubran una versión de los hechos que daría pábulo al escándalo. María del Sol López, que interpreta a una periodista, como garante de un estado de derecho pisoteado, completa el cartel de actores dirigido por Esteve Ferrer.
Entre las más de cincuenta obras de Dario Fo, ‘Muerte Accidental de un anarquista’, es sin duda la más conocida, representada y publicada. Cuatro décadas años después de su estreno es ya un clásico contemporáneo que sigue interpretándose por todo el mundo. Muchos coinciden en afirmar que tal vez sea el texto de Fo de mejor construcción dramática. Fiel a su estilo provocador y rebelde, nos ofrece una crítica mordaz y corrosiva contra la hipocresía y las mentiras organizadas desde los distintos estamentos que detentan el poder, proporcionándonos una representación teatral de enorme precisión y eficacia, así como una lectura conmovedora y ácida de la sociedad actual. Y como en todas sus obras, utiliza el arma más temida por las clases dirigentes: la risa. En esta farsa demoledora, Fo construye, al más puro estilo del teatro del absurdo, a través de multitud de situaciones cómicas y de unos personajes que rozan el esperpento, una absorbente trama policíaca, provocando al espectador para que reflexione a la par que se divierta de la manera más inteligente.
A pesar de su inspiración en un hecho tan luctuoso, y con un contenido crítico tan contundente, el texto discurre como una hilarante comedia negra, sustentada con fuerza en uno de los grandes hallazgos de la obra: el personaje múltiple de ‘el loco’. Se trata del clásico ‘tonto’ tan presente en el teatro de Fo, que se escuda en su aparente locura, rehuyendo así la lógica policial, para expresar verdades que de otro modo no podrían decirse