
El Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada invita a los aficionados a la arqueología a una nueva conferencia que, esta vez, abordará uno de los grandes misterios de la evolución humana. Cristo Manuel Hernández Gómez, integrante del Grupo de Investigación Arqueología y Territorio de la Universidad de La Laguna, nos llevará ‘Tras la huella de los neardentales’, en una apasionante charla que tendrá lugar el viernes 21 de noviembre a las 20.30 en las instalaciones del centro museístico gestionado por la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural del Cabildo de Gran Canaria (Calle Audiencia, 2; Gáldar).
A mediados del siglo XVII nacía en Alemania Joachim Neumann, un compositor y predicador que dedicó buena parte de su obra a glosar la belleza del Valle del Río Düssel y los alrededores de la localidad de Mettman. A su muerte, en homenaje a quien tanto había ensalzado aquel paisaje, los habitantes del lugar decidieron que todas aquellas tierras se llamarían ‘Valle de Neumann’. Siguiendo los gustos románticos de la época, acabaría imponiéndose la versión helenizante del topónimo y la cuenca del Düssel pasaría a ser conocida como ‘El Valle de Neander’, Neanderthal en alemán, cuya traducción significa, curiosamente, ‘valle del hombre nuevo’. Nadie imaginaba que aquel topónimo era casi un presagio, pues en el verano de 1856, en la pequeña cueva de Feldholfer, se hallaron los restos óseos de un humano. Su apariencia, distinta a la nuestra, impulsó a que los sabios de la época remarcaran su diferencia. Se había descubierto a un hombre nuevo, al que llamaron Neandertal.
Otros restos, localizados antes y después de los hallazgos de Feldhofer, se compararon con éstos y se fueron consolidando, poco a poco, las primeras interpretaciones. Desde que los Neandertales fueron aceptados por la comunidad científica como parte de la historia evolutiva de la humanidad, este grupo fósil, que habitó la Eurasia Pleistocénica durante más de 200.000 años, no ha dejado de interesarnos, pero también de inquietarnos. Los hemos mirado con tanta curiosidad como recelo, y no se dudó en escribir las primeras líneas de su historia como la de una raza inferior, bruta, simiesca y caníbal.
Entre 1856 y el 2008 han transcurrido 152 años y millares de artículos científicos y monografías, e incluso congresos especializados y encuentros de distinto tipo los han tenido como protagonistas. A pesar de lo cual, cuando se habla de los neandertales, la controversia está servida y las preguntas saltan a la palestra, una tras otra: ¿Cuál es su origen? ¿Cómo es su clasificación taxonómica correcta? ¿Qué rasgos definen su comportamiento social? ¿En qué se diferencian de Homo sapiens sapiens? ¿Cuál fue su capacidad física e intelectual? ¿Hablaban? ¿Tuvieron vida espiritual? ¿Se mezclaron con nuestros antepasados biológicos? ¿Por qué se extinguieron?
La arqueología pleistocénica, la bioantropología, la genética y otras disciplinas científicas han confluido en los intentos por ofrecer argumentos para responder a estas cuestiones y a otras no formuladas aquí. Ciertamente, siguen aumentando los datos y la información que completa el cuadro de la vida neandertal cuenta cada vez con más detalles. Estamos, incluso, en disposición de humanizar los huesos y ofrecer con argumentos científicos reconstrucciones faciales que nos enfrentan al rostro de los neandertales. Hoy podemos mirar cara a cara al niño de Roc de Marsal, al hombre de La Ferrasie o al viejo de La Chapelle aux Saint, enfrentarnos a su evidente humanidad.
Sin embargo, la necesidad de diferenciarnos, de consolidar nuestra posición como especie culminante de la evolución humana, sigue tan sólidamente arraigada como lo estuvo cuando utilizábamos, sin ruborizarnos, argumentos racistas que hablan de especies inferiores. Por ello, no se duda en excluir a los neandertales de la capacidad de desarrollar un pensamiento abstracto y simbólico, de planificar a largo plazo, de innovar en el plano tecnológico, aspectos que se consideran propios del denominado comportamiento humano moderno y que se adscribe únicamente a nuestra especie. ¿De verdad tenían los neandertales negadas todas estas capacidades? De la respuesta a esta pregunta depende nuestra propia posición en el escenario de la evolución humana.